A pesar de todo, la carrera fue una gran experiencia. Desde el nerviosismo antes de la salida en los campos Elíseos, hasta la euforia de los dos últimos kilómetros, cuando veía el final tan cerca. Hubieron momentos muy duros, sobretodo al llegar al kilómetro 30, donde parecía que los metros no avanzaban o que el tiempo iba más lento de lo normal. A pesar de todo, no dejé de correr. El ambiente era increíble, con mucha gente animando (pelucas azules incluídos! Gracias!) y grupos tocando en cada kilómetro. En definitiva, era imposible aburrirse.
No se si volveré a correr una maratón, lo que si se es que cuando esté de mal humor me acordaré de la indescriptible sensación de llegar al kilómetro 42.
Además de todo eso, han sido unos días geniales en París con la gente de sensebenzina y con mi família.
Y aquí una foto de Raúl y yo con nuestras super medallas!